jueves, 10 de septiembre de 2009

Los muertos

Después, de camino a casa, se me viene a la cabeza la frase de William Holden al final de esa maravillosa película que es Sunset Bulevard: "qué extraño que a los muertos se nos trate con tanto cuidado". Naturalmente la frase la pronuncia un muerto, que es quien nos narra lo que acontece en la película. Parece extraño, una historia contada por un muerto. Algo con lo que, de nuevo, discrepo. Las historias siempre las cuentan los muertos. Cuando leemos un cuento o una novela no asistimos sino a la cesación de la persona que lo escribió. El autor vive en un estado de ausencia mientras escribe. En esos momentos el autor es lo más parecido a un muerto. Y el lector lo sabe, aunque no se dé cuenta. Sabe que lee lo que ha escrito un muerto, y eso lo prepara para su propia muerte. En realidad un libro es como una tumba. Basta abrirlo para escuchar la voz de los difuntos.

En casa, mientras la lubina se hace en el horno, he llamado a Susan, la mujer de la que estoy enamorado. Le digo que echo de menos sus caderas, sus hombros y la curvatura de su espalda. Susan, educada en el más estricto materialismo, aprecia en mis observaciones la prueba más evidente de mi amor por ella. En cierta ocasión le dije que adoraba su personalidad, tras lo cual estuvo una semana sin dirigirme la palabra.

Por cierto, la lubina estaba realmente exquisita.

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