martes, 1 de septiembre de 2009

Aparente contradicción

Hoy he subido al faro. La ausencia de viento convierte el mar en un espejo, en un espejo que refleja el azul del cielo. Cerca de la línea del horizonte navega un barco. Pasan los minutos y el barco parece permanecer en el mismo sitio. Como si hubiese anclado en alta mar. A lo lejos se oyen los gritos de los niños bañándose en la playa. En este lugar, en este momento, alguien podría pensar que la realidad es así, insignificante, reacia al menor acontecimiento. Un juicio sin demasiado fundamento. Allá en el barco, en el bar o en el interior de un camarote la gente habla, trama planes, concibe un futuro. Me transporto a la cubierta de ese barco, probablemente de recreo. Me imagino reclinado en una de las tumbonas, cobijado bajo la sombrilla, escuchando las conversaciones de mis compañeros de viaje. En este caso dos hombres que parecen discutir acerca de un tercero y sobre cuyos vientres reposan sendos periódicos abiertos:

-Hay personas que funcionan con media docena de ideas preconcebidas. Que tienen la complejidad de un tamagochi.
-Todos funcionamos con ideas preconcebidas.
-De acuerdo. La diferencia es que yo tengo por lo menos cuatrocientas o quinientas. Y, en mi caso, muchas de ellas contradicen a las otras.

Mientras los hombres charlan, apenas a unos metros, varias parejas juegan al tenis en tanto que otros aprovechan para darse un remojón en la piscina de agua salada de la cubierta. La misma que ahora acaricia mansamente la roca del acantilado.

Sólo quien contempla el paisaje desde la lejanía es capaz de lucubrar la idea de quietud. Basta acercarse lo suficiente, escarbar bajo la hojarasca, para descubrir la agitación a veces convulsa sobre la que se sostiene la vida.

3 comentarios:

Culturajos dijo...

Hola Hautor,
Leo tu proyecto con un interés bastante morboso, no sé el motivo y tampoco creo que sea necesario saberlo. Veo a tus personajes y me asalta el paradigma autopoyético, los modelos de micro y macroevolución, los sistemas que tienden al caos… Veo a tus personajes: el observador, el mar, el barco, la ideas, la piscina; y aparecen junto a ellos procesos de autocreación del entorno. ¡Qué distintos somos de todos los demás y que uniforme es el mundo!
Felicidades por el proyecto

hautor dijo...

Lo de autopoyético me suena a las teorías de Maturana acerca de la evolución de la seres vivos, sí. Ojalá este proyecto logre la autopoiesis y empiece a caminar solo. Y respecto a tu última frase, también vale la contraria: ¡qué distintos son todos los seres, y qué uniformes -en cambio- somos!

Un saludo.

Culturajos dijo...

Ironías a parte, decimos lo mismo con la última frase. Lo del odradek me lleva siempre a lo que tenemos de único aunque al final se nos pueda englobar. Incluso un carrete de hilo estrellado tiene algo del prototipo de carrete, pero lo que le distinguía era el resto. Si no ¿por que llamar carrete a un objeto con pretensión de ser único?

Ya ves Hautor, septiembre me reblandece.

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