domingo, 8 de noviembre de 2009

La alegría de los naufragios

Porque el lenguaje no es la llave que abre el tesoro del mundo. La llave, en este caso, es el tesoro. El mundo es sólo el terreno de batalla, el tablero de juego, un compendio de escaques sobre el que se ejercitan las palabras. El objeto es rendir al enemigo, acorralarlo poco a poco, inutilizar sus peones sustantivos y sus alfiles adverbios. Hasta el jaque mate.

El lenguaje no descubre el mundo. El lenguaje lo crea, dejando un terreno sembrado de cadáveres. O eso parece. Porque si nos acercamos vemos que lo que creíamos cadáveres no son sino las pieles de muda del mundo. Sí, creíamos que habíamos acabado con las cosas, que las habíamos dispuesto sobre el anaquel, perfectamente catalogadas. Pero en realidad las cosas se habían mudado a alguna otra parte, dejándonos un vestigio, una carcasa vacía, un simulacro de muerte.

Susan, siempre tan intuitiva, se ha detenido, con la sombrilla cerrada en la mano, y ha auscultado el paisaje durante algunos segundos. Después, mirándome a los ojos, ha pronunciado la frase: aquí huele a destrucción.

Efectivamente, el 4 de agosto de 1906 el barco italiano Sirio encalló en los bajíos que se extienden desde Cabo de Palos hasta las Islas Hormigas. El barco, que había salido algunos días antes del puerto de Génova, transportaba a un gran número de inmigrantes, camino de Argentina, Brasil y Uruguay. En el naufragio murieron más de doscientas personas. Varias estelas recuerdan la memoria de los fallecidos y la heroicidad de los pescadores de la zona, que lograron salvar a la mayoría de los náufragos. Observando el mar en calma que se extiende desde el Cabo hasta las Islas Hormigas resulta difícil imaginar la catástrofe.

Yo, Adolfo Domínguez, soy el biznieto de aquel capitán de barco. Como mi bisabuelo, he venido aquí a naufragar. En el muchacho que se arroja al mar desde una roca se percibe la alegría del naufragio. Y es que el naufragio oculta una secreta alegría. Se dice que los labios de los ahogados se curvan en una sonrisa. Una sonrisa que se debe parecer también a la de la Mona Lisa.

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