miércoles, 11 de noviembre de 2009

La incógnita

Los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de cuál fue el auténtico motivo del naufragio del Sirio. Sospechan que hubo un error humano, pero no saben exactamente cuál. No saben que mi bisabuelo estaba absorto en aquel momento en la lectura de una novela, la traducción al italiano de una novela de un autor español cuya literatura empezaba a atravesar fronteras: Benito Pérez Galdós. La novela se titutalaba "La incógnita", y había tenido obsesionado a mi bisabuelo desde que el barco partiese de puerto de Génova. Dejaba a cargo del timón al sobrecargo para recluirse en el camarote. Allí abría el libro, se zambullía en sus páginas, que golpeaban una a una en su conciencia como las olas sobre el casco en apariencia sólido del barco. En La incógnita ocurren pocas cosas. En realidad es una obra banal. El protagonista nos habla a través de una serie de cartas de un amor no correspondido, de la muerte de un amigo. El narrador no entiende porqué es rechazado por la mujer, no sabe si su amigo fue asesinado o acaso se suicidó. En la incógnita aparecen frases como:

...y qué monotonía desesperante en la vida toda; qué aburrimiento en esta selva inmensa de leyes, que prevén hasta nuestros menores movimientos; qué inmenso tedio en este sistema de profundizar todas las cosas, para matar lo desconocido, lo desconocido, Manolo de mis entrañas, lo desconocido, que es la alegría de las almas, la sal de la existencia!

Frases que sonaban enigmáticas en los oídos de mi bisabuelo, y que al mismo tiempo le hablaban directamente a alguna parte de sí mismo que no sabía ubicar con certeza. Mi bisabuelo no entendía cómo podía construirse una trama sobre la nada. Le maravillaba que el interlocutor del personaje se llamara Equis. Se imaginaba que él era el señor Equis al que iban destinadas aquellas cartas. A mi bisabuelo, por primera vez en su vida, le gustaba sentirse como una incógnita. Se encontraba leyendo en su camarote cuando se produjo el choque. El sobrecargo era inexperto y no interpretó bien la carta de navegación. Se produjo el naufragio. Mi bisabuelo siempre culpó del accidente a La incógnita. La culpa del naufragio del Sirio la tiene Pérez Galdós, bromeaba en las reuniones familiares. Mi bisabuelo estaba convencido de que aquella novela era en sí misma un naufragio, el naufragio de las expectativas de un lector, el naufragio de la secular ansia humana por comprender el mundo.

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