domingo, 18 de octubre de 2009

Sulai Zhen

Susan no es en realidad Susan sino Sulai Zhen. Nació en este país, pero decidió desde muy pronto custodiar las costumbres aristocráticas de su China natal. Ella me introdujo en los delicados refinamientos del arte y la literatura orientales. Ella me enseñó que la delicadeza y el espíritu no son sino un epifenómeno de ciertos estados complejos de la materia. El acoplamiento de dos cuerpos, por ejemplo. Susan y yo no constituimos a su parecer una pareja, sino una antología muy selecta de la especie humana. Como un par de flores colocadas en un jarrón transparente a través del cual pudiera divisarse la línea del horizonte, dice ella. A diferencia de otras 'antologías' humanas, nuestro objetivo es transmitir a aquel que nos contempla (paseando, haciendo la compra o tumbados en la playa) serenidad y cierta apertura hacia las potencialidades recónditas de la existencia. Susan me enseñó el exquisito arte de la composición de los libros de la almohada. Cada estado de ánimo de Susan es una página en blanco que ella se encarga de llenar con caracteres de hermosa caligrafía. Estimo que el número de esas páginas ha de ser infinito.

3 comentarios:

Joaquin dijo...

El inicio de la lectura de un libro es la promesa de un número infinito de páginas. Hay libros que la cumplen, pero la condición para el lector y lectora es haber intentado llegar hasta el final. Por supuesto tal libro no se agota, somos nosotros los que pedimos la tregua y levantamos la vista.

Sólo digo una cosa dijo...

Es tan sutil…

Un beso,

Virginia

hautor dijo...

Pues sí, Virginia, lo sutil (en el fondo y en la forma) es la esencia de este proyecto. Es el único límite que me impuse al inciarlo.

Un beso de vuelta.

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